Casablanca,
la ciudad que un cineasta llamado Michael Curtiz elevó al rango de leyenda, es
la historia de un amor imposible. Esto es cierto. El injusto desenlace del amor
apasionado entre Ingrid Bergman y Humphrey Bogart guarda cierto parecido con la
historia que vivimos los españoles que allí nacimos y vivimos.
Las
nuestras son historias de amor por una ciudad a la que tuvimos que renunciar y
de un mundo del que nos fuimos irremediablemente. Esta película documental
aborda, a través de un personaje imaginario, el mundo cosmopolita de una ciudad
internacional, inventada en el siglo XX, y que alcanzó su cénit cuando la grandeur francesa se combinó con el glamour de Hollywood.
Gracias
a la película, Casablanca se convirtió en un mito, pero quienes disfrutamos en
ella sabemos qué desconocido es aquel tiempo extraordinario que vivimos con la
libertad, lujo y modernidad que sólo se conocían en Nueva York, California o
París… a años luz de la muy cercana España a donde tuvimos que regresar en
1975.
Este
proyecto bucea en esa vida mágica que apenas duró medio siglo: deslumbramiento,
intensidad, humor, aventura, frivolidad y pasión a través de personajes
inverosímiles –y, sin embargo, todos ellos reales, excepto un protagonista que
servirá de pretexto, conductor y guía, para revivir el universo de la que se
conoció como perla de África.
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